lunes, 21 de marzo de 2016

El santuario de Yazilikaya, culmen del arte hitita.



En el altiplano central de la península de Anatolia se encuentra este santuario al aire libre. Fue obra de una de las civilizaciones más importantes de la antigüedad, aunque suele ser injustamente olvidada, la civilización hitita. Su historia abarca casi por completo el II milenio a. C., protagonizando un  proceso de ascenso, esplendor y decadencia en un periodo de tiempo relativamente breve.

Daremos unas pequeñas pinceladas acerca de la historia hitita. En los albores del II milenio a.C., una serie de pueblos indoeuropeos llegaron a la península de Anatolia, mezclándose con la población indígena que habitaba la región. A esta zona se la conocía históricamente como “país de hatti” (aparecen mencionados en la Biblia). Esta unión de pueblos forjó una civilización que fue evolucionando y expandiéndose  a lo largo del II milenio. Se marca la ciudad de Kussara como primera ciudad hitita, desde la cual el primer rey hitita, Anitta, consiguió dominar otras ciudades cercanas, principalmente la ciudad de Nesa. El principal enemigo de éstas era la ciudad de Hatti, la que posteriormente se convertiría en la gran capital del Imperio Hitita, en tiempos del rey Hattusili I (1650-1620), pasando a llamarse Hattusa. 

Asentados en la mitad oriental de la península, dirigieron su expansión hacia el sur, lo que provocó que entraran en conflicto con los poderes de primer orden del momento, como Asiria y Babilonia, consiguiendo someterlos. Siendo capaces también de frenar el inmenso poderío del Egipto faraónico, en los tiempos de Ramsés II.

Mapa de la región del Creciente Fertil a comienzo del s.XIII a.C.
                                          

Conformaron una civilización original, sin poseer una gran unidad interna, sin caer en el absolutismo monárquico y sin ejercer una excesiva opresión a su población (a diferencia de los grandes imperios de la época). También mostraron gran capacidad de asimilación de las creencias religiosas de los pueblos sobre los que iban imponiendo su dominio, lo que les llevo a recibir el nombre de “el país de los mil dioses”. La mentalidad hitita muestra una intrínseca flexibilidad frente a la dureza mesopotámica o egipcia.

Una vez desaparecida esta civilización, a manos de los llamados Pueblos del Mar (aunque sigue habiendo dudas de como ocurrió esto), ha sido ignorada por la historiografía. No fue hasta que un historiador y arqueólogo francés de principios del siglo XIX, Charles Texier encontró por error la ciudad de Hattusa y el santuario de Yazilikaya, hacia el año 1834, cuando se comenzó a prestar atención a la aparición de una civilización desconocida. Seria a finales del siglo XIX cuando se profundizaría en el estudio del mundo hitita.

Hablemos del gran santuario rupestre de Yazilikaya.  Localizado a escasos 2 km de la capital hitita, Hattusa, estaba comunicado con ésta por una larga vía procesional. Se encuentra en una zona donde grandes formaciones rocosas hacen las veces de altas paredes que conforman una serie de estrechos pasillos. En estas rocas se encuentran esculpidos bajorrelieves.  Adosados a estos pasillos  se situaban una serie de construcciones de las cuales únicamente conservamos los cimientos.


Vista general del santuario
Uno de los pasillos principales
Está documentado que Yazilikaya cumplió las funciones de centro ceremonial desde los inicios del mundo hitita, pero fue hacia mediados del siglo XIII a.C., entre 1275 y 1220 a.C., cuando se realizaron los relieves monumentales con las representaciones de diversas divinidades del extensísimo panteón hitita. Esta obra fue comenzada por iniciativa del monarca Hattusili III (1275-1250 a.C.) y continuada por su hijo Tudhaliya IV (1250-1220); este último es el principal protagonista de los relieves del santuario, por lo que se dedujo que su esplendor llegó bajo su gobierno.

Los relieves rupestres nos muestran una colección única de representaciones de las divinidades masculinas y femeninas del panteón hitita, y de monarcas relevantes. Son 63 dioses los representados, una pequeña muestra de los “mil dioses” que tenía el panteón hitita.
Destacaremos por su conservación un relieve que muestra lo que se ha interpretado como una procesión de doce dioses armados. Representados de perfil (como marcan los cánones del arte hitita), los cuales  portan una espada de hoja curva y sobre sus cabezas llevan un gorro cónico dentado (a más dientes, más relevancia del dios).

Doce dioses hititas
                                
En un lugar estratégicamente escogido, dentro de estas galerías naturales se encuentra uno de los bajorrelieves que representan al monarca Tudhaliya IV, el más grande de la galería principal, éste porta en su mano izquierda el báculo de mando rematado en curva, que era un símbolo de soberanía. Destacamos otro relieve en el que aparece Tudhaliya IV abrazado por el dios Sharruma.

Tudhaliya IV con el báculo de mando.  
El dios Sharruma abraza a Tudhaliya IV
                                               
Las excavaciones llevadas a cabo por los arqueólogos han revelado restos de cuerpos  incinerados en el santuario, lo que llevo a plantear la hipótesis de que se tratara de un recinto funerario destinado para la realeza hitita. En cualquier caso se trata de un lugar donde la religión y el arte hitita consiguieron una exquisita fusión con la naturaleza, donde la compleja geografía anatólica juega un papel fundamental.



Bibliografía


BLANCO FREIJEIRO, A., BERNABÉ, A., BENDALA, M. Los Hititas. Madrid: Grupo 16, D.L., 1985.
GÓMEZ LÓPEZ, C. El arte en el Próximo Oriente antiguo . Madrid: JC, D.L., 2006.
GONZÁLEZ SALAZAR, J.M. Rituales hititas : entre la magia y el culto. Madrid: Akal, D.L., 2009.
GURNEY, O.R., Herranz, A.(Traduc.). Los hititas. Barcelona: LAERTES, 1995.



Fdo.: Nerea Barquín Arbeiza


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